Rasgos Arqueológicos

En la Region de Los Lagos, precisamente en Monte Verde, se encuentra un gran yacimiento arqueológico descubierto en 1976. Tiene una edad de 14.800 años antes del presente, uno de los asentamientos más antiguos descubiertos en toda América.

Dadas las caracteristicas de la zona, el sitio y los restos arqueológicos, se mantuvieron perfectamente bien conservados; carne, cuero de mastodonte, cuerdas, estacas, maderas, gran cantidad de restos de alimentos y plantas. 

Se encontraron restos del craneo de un masodonte.

En la zona sur de Chile, que abarca desde los márgenes del río Bío Bío hasta el seno del Reloncaví, las evidencias de ocupación humana se remontan al período Paleoindio (12.000 a 9.000 A.C.), momento que se caracteriza por la presencia de las primeras poblaciones humanas sobre territorio americano, quienes coexistieron con fauna y mega fauna actualmente extinta, cuya organización socioeconómica era de bandas dedicadas a la caza y recolección. El sitio arqueológico que ejemplifica este momento en la zona es Monte Verde, ubicado en las cercanías de Puerto Montt.

Posteriormente a la extinción de mega fauna y de un cambio climático importante, la ocupación humana continúa manteniendo su característica de cazadores recolectores, en el período Arcaico (9.000 A.C. – 300 A. C.). En este momento existió una variedad regional, que se manifiesta en adaptaciones a ambientes particulares, como el acceso al mar, especialmente durante el Arcaico Medio que presenta una serie de ocupaciones en la zona costera entre Concepción y Puerto Montt. En el valle, al norte de la ciudad de Temuco, los sitios arqueológicos presentan evidencias desde el arcaico tardío hasta el período alfarero temprano y en sectores de la pre cordillera andina como el lago Calafquén, se ha visto incluso una ocupación alfarera tardía en sitios que fueron  parte de la secuencia arcaica (varios autores en Castro y Adán 2001).

Las manifestaciones alfareras de esta área han demostrado que son el resultado de una larga permanencia del hombre en estas regiones, lo que permitió una estrecha relación entre los habitantes de este espacio y el paisaje, lo que dio lugar a formas particulares de habitar los diferentes ambientes y desarrollos económicos y sociales (Castro y Adán 2001)

El primer desarrollo alfarero corresponde al Complejo Pitrén, con fechas que los sitúan entre el 300 al 1.200 d.C. (Adán y Mera 1997 en Castro y Adán 2001), quienes ocuparon el área comprendida entre el Bío Bío y el Reloncaví, desde la cordillera de los Andes hasta el mar y también la vertiente occidental de la cordillera. Se trataría de grupos familiares que vivían en la ribera de los ríos y lagos, con cierto grado de movilidad residencial y cuyas actividades económicas estaban relacionadas a la caza y recolección, siendo quienes iniciarían la horticultura y domesticación de animales en la zona. Entre las formas cerámicas además de las globulares las hay fitomorfas, zoomorfas y antropomorfas, destacando en las últimas la decoración tipo “granos de café” (Aldunate 1989).

Otro grupo corresponde al Complejo Vergel, con fechas entre el 1.100 y el 1.600 d.C., del cual se encontrarían manifestaciones en Angol, en ambas vertientes de la cordillera de Nahuelbuta, en la cuenca del río Imperial y del Cautín, en la costa entre Concepción y Tirúa, como también en algunos sectores cercanos a Temuco. Su característica material estaría dada por un tipo cerámico bícromo negro o rojo sobre blanco y por el entierro de sus muertos en distintas modalidades, desde la inhumanación directa, cuerpos rodeados de piedras, en urnas cerámicas y en wampo o canoa funeraria. Entre los elementos desarrollados por este grupo está la metalurgia, representada principalmente en aros de cobre, plata y oro (Aldunate op. cit.). Por otra parte se han registrado restos textiles, lo que señala la consolidación de la domesticación de camélidos por parte de este grupo (Navarro et al 1994 en Adán y Castro op.cit.)

A partir de la conquista hispana del territorio mapuche, la información documental ha permitido interpretar los restos arqueológicos desde otra dimensión y poner en evidencia fenómenos culturales de mayor envergadura. Los primeros testimonios escritos corresponden a las cartas de Pedro de Valdivia y las crónicas de Mariño de Lobera, González de Nájera, Góngora Marmolejo y Bibar. En general las referencias hacen mención a los cultivos de papas, maíz, porotos y quínoa, aunque la calabaza, zapallo y ají también parecen haber sido cultivados. En cuanto a la caza debió seguir practicándose, pero sin duda hubo una preponderancia de la pesca y  recolección de recursos del litoral. Como también continuó la recolección de productos del bosque, en el que el pewen cordillerano debió tener el primer lugar en la subsistencia de este grupo.

Los cementerios de esta cultura han sido las evidencias arqueológicas más estudiadas, los que destacan por sus grandes dimensiones y amplia distribución espacial, habiendo sido registrados en la costa, en el valle, la pre cordillera y en la vertiente oriental de la cordillera de los Andes. Comprenden varios tipos de enterramientos, en canoa, en cistas de piedra e inhumanaciones directas, no encontrándose entierros en urnas. Las ofrendas presentan variedad de formas cerámicas y se observa la presencia de engobe negro o pardo como también la pintura en rojo, rojo o negro sobre blanco con decoraciones geométricas. También se han encontrado otros objetos de la vida cotidiana entre las ofrendas (adornos personales, torteras, herramientas y elementos de uso ecuestre como también restos de caballo).

Desde el siglo XVI los conquistadores hispanos avanzaron sobre el territorio con la consecuente dominación de la población indígena, en base a una política de fundación de ciudades. Uno de los principales elementos que adoptaron de la cultura dominante fue el ganado equino y bovino, los que se convirtieron en importantes elementos de comercio e intercambio. La consolidación de la etnia que actualmente conocemos como mapuche se produjo a partir de la dominación hispana; esta situación implicó la incorporación de elementos étnicos y culturales de indígenas serranos y trans cordilleranos como también hispanos, en torno a un conflicto común a todo el territorio y población indígena, que devinieron en una homogeneización de la población situada al sur del Bío Bío (Aldunate 1989).

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