Rasgos Históricos

El área de este estudio es parte de lo que históricamente se ha reconocido como territorio mapuche huilliche. Desde mediados del siglo XVII los hispanos criollos denominaron como huilliches a la población indígena que habitaba desde Valdivia al sur (Latcham 1930 en Alcamán 1997), término que adoptaron a partir de la distinción hecha por los indígenas que vivían al norte de Valdivia, en base a la relación geográfica con respecto a ellos. La denominación huilliche (gente del sur) no corresponde, entonces, a una denominación étnica sino exclusivamente geográfica, como ha sucedido con otras entidades regionales que se identifican como parte del pueblo mapuche.

Actualmente se usa genéricamente la denominación mapuche huilliche, para identificar a las comunidades ubicadas principalmente en la X Región y los indígenas provenientes de ella, de acuerdo a lo establecido en la Ley Indígena.

Si bien mantuvieron ciertas prácticas e instituciones culturales y sociales similares a las de grupos de más al norte, los denominados huichilles se distinguieron por el empleo de una variable dialectal del idioma mapudungun, conocida como tsesungun (Alcamán 1997).

La sociedad mapuche huilliche tradicional era de carácter segmentario, su organización se basaba en grupos multifamiliares que conformaban unidades residenciales y patrimoniales en una zona determinada, explotando así recursos estratégicos. El núcleo primario de este tipo de organización se define como un grupo local de parientes –muchulla en mapuche huilliche- conformado por un determinado número de hogares o katan, que colectivamente explotan un área de recursos e integran una unidad residencial. Esto les permitió vivir en condiciones de relativa autarquía en términos de subsistencia, aunque se daban niveles de intercambio entre las distintas unidades productivas (Alcamán op.cit.)

La primera incursión hispana corresponde a la fundación de las ciudades de Osorno, Valdivia y Villarrica, en la segunda mitad del siglo XVI. Sin embargo, en 1604 el territorio fue recuperado por los huilliches y abandonado por los españoles, quienes regresaron hacia 1650, con motivo de la refundación de Valdivia, debido a la presencia inminente de corsarios y piratas tanto holandeses como ingleses en las costas cercanas.

La presencia de colonizadores hispanos significó la introducción de recursos ganaderos (bovino, porcino y ovino), lo que llevó a un comercio activo de ese ganado tanto entre las comunidades indígenas locales como transandinas, y también con los colonos. En comunidades cuya base económica principal fue agrícola, la presencia de este tipo de recursos implica tanto la adquisición de prestigio y status social, como de objetos de intercambio por productos hortícolas y de manufactura, lo que hizo que el objetivo fundamental de muchas de las malocas entre los pueblos mapuche huilliches de la zona fueran el ganado y las mujeres, que si bien en una valoración distinta que el ganado, eran una medida de corrección demográfica aleatoria a los intercambios pacíficos efectuados para consolidar las alianzas entre grupos multifamiliares distintos (Alcamán, op. cit.)

En 1789 se firmó el Tratado de Paz de Río Bueno. Desde este momento la política colonial busca establecer fuertes y misioneros, con la intención de que alrededor de estas instalaciones se conformaran núcleos de población militar y luego, civil. Ante nuevos abusos hispanos, las facciones huilliches se reorganizan con el objetivo de destruir haciendas, misiones y, finalmente, asaltar Valdivia. La contraofensiva hispana fue violenta e implacable: se desconoció la frontera en Río Bueno y se instalaron sobre las ruinas de la ciudad de Osorno, aniquilando la resistencia indígena. Finalmente, en 1793 se establece el Tratado de Paz de las Canoas o Rahue, siendo los cacicatos huilliches incorporados a la Corona, pero manteniendo su estructura original.

La desestructuración del espacio indígena original se ve mayormente afectado desde 1795, momento en que comienza a establecerse la propiedad hacendal por parte de los colonizadores del territorio. Esto se demuestra en el hecho de que hacia fines de la colonia, los huilliches sólo conservan pequeñas propiedades en el llano y la costa, en el área comprendida entre el río Rahue y Negro por el este; el río Hueyusca por el sur; río Bueno por el norte y el mar por el oeste (Bengoa 2004).

Un segundo momento de ocupación por parte de foráneos al territorio mapuche huilliche se da entre 1830 – 1930, con la política estatal  de colonización  latifundista alemana y chilena, que significó finalmente el arrinconamiento de la población originaria hacia la costa y la cordillera.

La base de esta experiencia colonizadora sobre el territorio indígena está el desconocimiento del concepto de ocupación del espacio propio de los mapuches huilliche, quienes vivían a orillas de los ríos y lagos de forma permanente, pero cuyo territorio se extiende hacia zonas cordilleranas, hasta donde acceden sólo temporalmente en busca de recursos de caza, recolección y pastoreo.

La visión colonizadora combinó conceptos de asentamiento y posesión, considerando que las zonas de los bosques no estaban pobladas o sólo en algunos sectores, es así que donde no existían viviendas se consideraban los terrenos como baldíos y por lo tanto, propiedad del fisco (Bengoa 2004).

La empresa colonizadora estuvo íntimamente ligada a privilegios concedidos por el gobierno y al éxito que alcanzaron algunos colonos. Sin embargo, fue un proceso complejo y no exento de conflictos y verdaderos dramas para quienes llegaron de Europa: el desarraigo, difíciles condiciones de vida, engaños y abandonos por parte de quienes manejaban el negocio de la colonización, además de los robos  fueron parte de los problemas que debieron enfrentar, sumado al temor creciente de ser víctimas de los movimientos indígenas por estar ocupando sus tierras, que sólo parecía estar controlado con la presencia de fuerza armada (Pinto 2003). Por otra parte, de acuerdo a la información de prensa circulante hacia fines del siglo XIX, se les acusó de haberse enriquecido más de la cuenta y haber logrado sus fortunas en base al esfuerzo de  trabajadores chilenos, cuya suerte distaba mucho de quienes venían desde Europa y con un gobierno que claramente no dio el mismo trato a los chilenos. (Pinto op. cit.).

Uno de los efectos de la colonización sobre la Provincia de Osorno fue la quema de bosque, propiciada por Vicente Pérez Rosales en 1851, entre la ciudad de Osorno y el Lago Llanquihue, con la finalidad de despejar terreno para la ocupación (Peralta 1991)

En este contexto histórico, Osorno tuvo un creciente desarrollo económico, que se refleja por ejemplo en la llegada de la línea de tren hacia 1895, y que lo convierte en un polo de atracción para los habitantes rurales que migran hacia esta ciudad. Así mismo, Puerto Octay se convierte en el principal puerto y asentamiento colono alemán en el Lago Llanquihue, siendo un punto de conexión comercial entre las localidades del interior hacia  Puerto Varas, y luego Puerto Montt.

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